viernes, 24 de abril de 2009

LEER Y PROCLAMAR BIEN

La comunidad que participa en la celebración litúrgica tiene derecho a que tanto las lecturas como los solos de los cantos como las oraciones, sobre todo las presidenciales, les sean proclamadas en buenas condiciones de comunicación y expresividad.

Un lector debe prepararse la lectura, conocerla bien, para poder darle la expresión adecuada.

No sólo la pronunciación debe ser clara. Además un lector debe “puntuar” bien los textos, el diálogo no es lo mismo que un relato. Lo que en el texto está diferenciado con interrogante, o con admiración, o con cursiva: todo debe tener una expresión distinta en la proclamación delante de la comunidad.

Las palabras no se agrupan indistintamente. El fraseo debe cuidarse, no haciendo pausas donde se corte el sentido. La pronunciación debe ser clara. Las pausas deben ayudar a entender la marcha del pensamiento (es distinta la pausa de una coma, de un punto seguido, de un punto aparte). El “sonido” llega rápido a los oídos de los que escuchan. Pero el “sentido” de las frases tarda un poco más. Y hay que darle “tiempo” para que cale.

Hay “palabras de valor”, o sea, ideas que se quieren subrayar en un párrafo. Si leo que “Dios no sólo salvó a UN pueblo, sino a TODOS los pueblos de la tierra”, mi voz debe subrayar oportunamente esa diferencia. Es clásico entre los salesianos el ejemplo de puntuación diferente: no es lo mismo decir “si hubiera existido, don Bosco hubiera jugado al fútbol” que decir “si hubiera existido don Bosco, hubiera jugado al fútbol”.

También es importante el tono de voz: clara, con buen uso del micrófono, con inflexiones que ayuden a entender, con variaciones de modulación, y sobre todo con tonalidad amable, no agresiva ni hiriente.

Un sacerdote que proclama la Plegaria, o un lector que transmite a todos lo que Dios hoy les quiere decir, deben ejercitar su ministerio con seriedad, preparándose, poniendo todo el empeño para que su descuido no empobrezca a todos. De ellos depende en gran medida la participación profunda y fructuosa de la comunidad en lo que se está celebrando.


J. ALDAZÁBAL

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